domingo, 12 de septiembre de 2010

Capítulo I.

Había una vez una niña llamada Sophie Apple Smith. No era una niña normal y corriente, con doce años era la alumna más inteligente de su curso, y en los tiempos de descanso todo el mundo se reunía a su alrededor para escuchar sus historias.
Pero un día de Noviembre, mientras contaba una de sus fantásticas historias de mundos imaginarios y animales parlantes notó como le empezó a doler la cabeza como nunca antes le había pasado, más incluso que cuando se cayó del columpio el verano anterior.
Como no quería que sus amigos y profesores se preocuparan, se disculpó y fue al baño, donde se sentó en la taza del vater y cerró los ojos.
Cuando los volvió a abrir se dió cuenta de que no estaba en el baño del colegio, sino en un lugar donde apestaba a legía. Intentó levantarse, pero no lo consiguió, y esque estaba tan cansada...
Se observó a sí misma, y se dió cuenta de que ya no llevaba su uniforme ni sus trenzas, sinó el pelo suelto y una extraña bata azul que le quedaba muy ancha.
Sophie sólo había estado una vez en el hospital, el día de su nacimiento, y como es normal, no se acordaba de nada, así que adivinó dónde se encontraba porque justo en ese momento entraron dos enfermeras con lo que parecía ser su comida.
- ¡Pequeña! Por fin has despertado - dijo una de las señoritas.
- ¡Ya era hora dormilona! - dijo la otra mientras dejaba la bandeja sobre la cama.
Instantaneamente le cayeron bien. Sophie juzgaba muy rápidamente a las personas, y normalmente no se equivocaba.
- ¿Está aquí mi madre?
- Ahora mismo no pequeña, ha salido hace poquito para comer algo, pero seguro que volverá dentro de un momentín. Tiene muchas ganas de verte, ha estado aquí plantada desde que te trajeron.
Saber que su madre estaba en el hospital no le gustó demasiado a Sophie.
Su madre era la mujer más ocupada del mundo entero. Trabajaba, limpiaba la casa y cuidaba de ella y de sus dos hermanos pequeños.
Todas las noches se acostaba con ella y le contaba las cosas que le habían ocurrido en el trabajo, y Sophie le contaba lo que había aprendido en el colegio.
En ese momento se enfadó mucho con ella misma por haberse puesto enferma, y por hacer que su madre no fuera al trabajo. Era consciente de que no contaban con mucho dinero en su casa, por eso la pequeña se encargaba de realizar bastantes tareas domésticas para que cuando su madre volviera por la noche no tuviera que hacer nada y pudiera centrarse en lo que le gustaba de verdad, que era escribir historias.
Su madre había escrito una infinidad de cuentos desde que era pequeña, los tenía todos en la estantería del salón, esperando a ser leidos por alguna persona, porque nunca los había mandado a ninguna editorial.
Sophie intentó comer un poco pero le empezó a sangrar la nariz y tuvo que volver a tumbarse. Justo en ese instante entró su madre, y por muchas sonrisas que le mostrara los días siguientes, nunca olvidaría su rostro en aquel momento.

6 comentarios:

  1. es precioso no dejes jamas de escibir
    megustaria seguir leyendo tus historias
    un beso

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  2. Me gusta Sophie. Y también su madre, la contadora de cuentos.

    Os seguiré a todas =)

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  3. A ver si ahora sube, siempre tengo problemas para subir en tu espacio este.
    mm queria decir que está precioso, y a mi se me ocurren dos finales, uno trágico y otro más alegre pero sea cual sea, debe llevar algún tipo de enseñanza.

    Besines en cantidades industriales y a ver si sube.

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  4. Gracias sombras :)
    El final ya lo tengo desde hace tiempo, ahora sólo me queda la continuación.

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  5. Me ha encantado es muy bonito espero que sigas escribiendo mas :) te seguiré

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